El país como tarea

Argentina atraviesa unos tiempos de crisis económica, social e institucional casi sin precedentes. El concepto de “futuro” en nuevas generaciones cada vez se encuentra más allá de las puertas de Ezeiza, aunque quizás podamos encontrar herramientas para nuevas practicas que cambien este dilema.

Históricamente, la sociedad argentina tomo cartas en asuntos que no les eran beneficiosos para ellos mismos pero si lo eran para algunos pocos. La corrupción y “la grieta” en este país creció proporcionalmente con el correr del tiempo, aunque en estos últimos años, el crecimiento paso a ser prácticamente exponencial.

Tomando como partida de análisis, el “regreso” de la democracia junto a Raúl Alfonsín en 1983, hito que para muchos analistas marcó el comienzo del “estado de derecho” en la República Argentina, notamos como los rencores de tiempos pasados y diferencias políticas, hacían crecer una grieta histórica que hiere únicamente a la sociedad.

Al presente, dicha grieta se encuentra presente en todas las circunstancias cotidianas de la vida misma, incluso los partidos que alimentaron dicha grieta se encuentran fragmentados entre sí por la misma, que fue tomando poder hasta convertirse en lo que es hoy en día. 

Hacia el oriente del Río Uruguay, se encuentra un “paisito” que le toco vivir los mismos tiempos de autoritarismo y democracia que a nuestro país. Sin embargo, cuando Julio Sanguinetti en 1985 tuvo la difícil tarea de estabilizar un país tras 12 años de dictadura, amnistió a militares y guerrilleros por igual, a través de referéndums y plebiscitos establecidos en la Constitución. 

Esta es una hora de conciliación, de reafirmación democrática; esta es una hora en la que todos tenemos que sentir que, habiendo estado tan enfrentados como pudimos estar con Mujica (uno de los cabecillas mas peligrosos del movimiento guerrillero Tupamaros, dirigente del Frente Amplio y presidente Uruguayo durante 2010-2015), él desde una revolución armada, yo desde los gobiernos que la combatían, hoy podemos decir con Octavio Paz: ´La inteligencia al fin se encarna, / se reconcilian las dos mitades enemigas / y la conciencia-espejo se licúa, / vuelve a ser fuente, manantial de fábulas: / Hombre, árbol de imágenes, / palabras que son flores que frutos que son actos´”, exclamó Julio Sanguinetti.

Montevideo, octubre de 2020. Julio Maria Sanguinetti y Jose “Pepe” Mujica, dos expresidentes rivales cerrando su trayectoria en la política nacional con un abrazo conciliador.

El actuar de los principales referentes uruguayos durante estos tiempos modernos post procesos de reorganización, fue ejemplar, demostrándole al país cual es el camino que deben de seguir y con qué predisposición estos deben trabajar para tomar al país como una tarea y no como un escenario de batalla política.

La participación política de dicho país fortalece lo antes mencionado, inclusive si analizamos una practica particular que enriquece al sistema democrático uruguayo. Julio María Sanguinetti, durante su primer y segundo mandato presidencial (1985-1990; 1995-2000) buscó generar acuerdos y diálogos con los distintos partidos políticos para abordar los desafíos del país. Su estilo de liderazgo y habilidad para construir consensos contribuyeron a consolidar una cultura política basada en el diálogo y la búsqueda de acuerdos.

Además, en Uruguay ha habido una tradición de diálogo y negociación entre los partidos políticos desde hace décadas. Durante el período conocido como «la cohabitación» (1959-1973), los partidos tradicionales, el Partido Nacional y el Partido Colorado, compartieron el gobierno en un acuerdo de alternancia. Esta experiencia sentó las bases para el posterior desarrollo del consenso partidario.

Estas experiencias traen resultados consigo, que favorecen a nuestro análisis. En medio del tembladeral que es la política latinoamericana, Uruguay aparece como un oasis democrático, con un 74% de sus ciudadanos que defienden “la democracia por sobre cualquier otra forma de gobierno”, mientras que en países de la región esas cifras descienden al 49%, siendo el restante una masa que “no le importa si un gobierno autoritario llega al poder si resuelve los problemas”.

Luis Lacalle Pou, actual presidente de la República Oriental del Uruguay e hijo de Luis Lacalle Herrera, ex presidente de dicho país.

Finalmente, y citando al periodista uruguayo Nelson Fernández, “la calidad de la política uruguaya en términos relativos es buena, no solo del partido que está en el gobierno sino del que está en la oposición. Cuando en el 2001 en la Argentina se generalizó el ´que se vayan todos´, en Uruguay había una alternativa política esperando, el Frente Amplio. Cuando la izquierda en el gobierno se desgastó, no se cayó en una desilusión, ´son todos iguales´. Había una alternativa, la coalición gobernante que unió a blancos y colorados. Es una cuestión de tradición. Los partidos Blanco y Colorado son los mas antiguos, pero el Frente Amplio ya tiene medio siglo”.

Al igual que en la fábula de la liebre y la tortuga, el “paisito” que parecía menos veloz y audaz dejó atrás a aquellos que se creían los gigantes del mundo o los más astutos del planeta. Uruguay exhibe el PIB per cápita más elevado de América Latina. Con una cifra de 17.000 dólares por persona, supera ampliamente a Argentina, México y Brasil, según información del Banco Mundial divulgada en 2021.

Considerando todo lo desarrollado en el articulo, ¿Debemos seguir por el camino en el que estamos o podríamos incursionar en políticas sociales, institucionales y económicas que no busquen destruir a un rival político, sino que busquen solventar los problemas del país? ¿Debemos seguir con nuestra tradición de pueblo y anti pueblo o vamos, de una vez por todas, a tomar al país como tarea? 

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