¿Chusmear hace bien? La ciencia dice que sí: aumenta la felicidad y reduce el estrés

¿Chusmear hace bien? La ciencia dice que sí: aumenta la felicidad y reduce el estrés
En el imaginario colectivo, el chisme suele asociarse con algo negativo: un acto indiscreto, una invasión a la privacidad de los demás o simplemente una pérdida de tiempo. Sin embargo, un nuevo estudio científico viene a romper con estos prejuicios. Investigadores de la Universidad de Pavía, en Italia, revelaron que chusmear puede ser mucho más que una simple charla sobre la vida ajena; en realidad, tiene efectos positivos en nuestra salud mental. Al parecer, hablar sobre otros no solo fortalece los lazos sociales, sino que también nos hace sentir más felices y relajados, gracias al aumento de oxitocina, la llamada “hormona de la felicidad”, y a la reducción de cortisol, la hormona del estrés. Entonces, ¿el chisme es bueno para la salud? La ciencia parece decir que sí.
Una práctica antigua que suma bienestar
¿Alguna vez te enganchaste en una charla sobre el último chisme? Lo que quizá no sabías es que, según un estudio reciente, esos momentos podrían estar haciéndote un favor. Aunque chusmear suele estar mal visto, la ciencia revela que puede hacernos más felices y menos estresados. Compartir rumores o historias sobre otros es tan común como antiguo, y aunque no siempre tiene buena fama, cumple un rol social importante.
El chisme y su impacto en el cuerpo
Un estudio realizado por la Universidad de Pavía, en Italia, encontró que chusmear no solo nos conecta socialmente, sino que también influye en nuestras hormonas. ¿Cómo? Generando un aumento en los niveles de oxitocina, conocida como la “hormona de la felicidad”, y reduciendo el cortisol, la hormona del estrés. Según el estudio, hablar sobre otros nos genera sensaciones de bienestar similares a las que experimentamos cuando damos un abrazo o un beso.
El experimento científico que lo comprueba
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores hicieron un experimento con 22 estudiantes mujeres. Se las dividió en grupos donde conversaron sobre tres temas diferentes: uno relacionado con chismes, otro neutral y un tercero emocional. Los niveles de oxitocina y cortisol en la saliva de las participantes fueron medidos durante las charlas, y los resultados mostraron que, cuando chusmeaban, sus niveles de oxitocina se disparaban y el cortisol bajaba notablemente. En las otras conversaciones, si bien también bajaba el cortisol, el efecto no era tan fuerte como en los chismes.
Oxitocina y cortisol: las claves del bienestar
La oxitocina, la famosa “hormona del placer”, es clave para nuestras relaciones sociales y el bienestar emocional. No solo nos ayuda a relajarnos y sentirnos bien, sino que también fomenta la confianza, la empatía y la generosidad. Esta hormona es fundamental para crear y mantener vínculos afectivos. Por su parte, el cortisol es necesario en situaciones de estrés, pero en exceso puede ser dañino. Tener altos niveles de cortisol por mucho tiempo puede provocar problemas de salud, como el aumento del azúcar en sangre o la disminución de las defensas del cuerpo.
El chisme: más que una simple charla
A pesar de su mala fama, el chisme tiene un lado positivo que la ciencia acaba de respaldar. No solo es una forma de entretenernos o conectarnos con los demás, sino que además puede mejorar nuestro estado de ánimo y reducir el estrés. Así que, la próxima vez que te enganches en una charla de chismes, no solo estarás disfrutando de una buena conversación, sino también cuidando tu bienestar emocional.
Los riesgos del chisme
A pesar de los beneficios que puede tener para nuestra salud emocional, no podemos olvidar que el chisme también tiene su lado oscuro. Cuando se comparte información personal sin el consentimiento de los involucrados o se distorsionan los hechos, el chisme puede causar daño. La reputación de las personas puede verse afectada, y las relaciones interpersonales se pueden deteriorar si lo que se dice no es cierto o es malintencionado. Además, el hábito de chusmear de forma constante puede generar un ambiente de desconfianza, donde nadie se sienta seguro de compartir sus pensamientos o experiencias por miedo a ser juzgado o expuesto.
Por otro lado, hay una delgada línea entre el chisme y la difamación. Cuando las palabras se usan con el propósito de herir o manipular, las consecuencias pueden ser mucho más graves, tanto a nivel personal como social. Por eso, aunque la ciencia nos cuente que chusmear puede hacernos sentir bien, es importante recordar que la responsabilidad y el respeto hacia los demás deben estar siempre presentes en nuestras conversaciones.