Jóvenes en política: ¿necesitamos un cambio?
Gradualmente, las nuevas generaciones comienzan a sumarse a movimientos que buscan solucionar las problemáticas que las clases dirigentes de los estados son incapaces de resolver. La perpetuidad en el poder se vuelve una constante, mientras que son cada vez más los ejemplos de países que abren sus arcas a los más jovenes.
Si bien es habitual encontrarse con personas de la tercera edad entre los principales referentes mundiales, como Vladimir Putin, Joe Biden y Lula Da Silva, entre otros, recientemente se comenzó a instaurar una nueva práctica a nivel mundial: permitir el ascenso de las nuevas generaciones a cargos políticos.
En el 2021, Chile eligió a Gabriel Boric como presidente, convirtiéndose en el más joven del mundo con tan solo 35 años. En 2019, Sanna Marin, de 34, fue electa primera ministra de Finlandia. Jacinda Ardern, con 37 años, obtuvo el cargo de primera ministra de Nueva Zelanda, en 2017, mientras que, en el mismo año, Macron llegó a la presidencia de Francia con dos años más que Jacinda.
A la hora de elegir representantes jovenes, Noruega se escalona en la cima del podio. Según datos de la Unión Interparlamentaria (IPU, por sus siglas en inglés) este país escandinavo tiene la mayor proporción de jóvenes políticos del mundo.
El 13,6% de los legisladores noruegos tienen menos de 30 años, la cifra más alta del mundo. Y casi el 45% tiene menos de 45 años. El promedio total del parlamento es de 46 años.
Aunque en muchos países se considera que la sabiduría y experiencia que vienen con la edad son factores clave para el buen liderazgo político, hay quienes creen que los líderes de mayor edad no son representativos de las poblaciones a las que gobiernan.
Según la ONG Our World in Data, solo un 10% de la población mundial hoy tiene más de 65 años, mientras que la edad promedio global es de 30 años.
La representación política esta enfrentando una crisis estructural, donde quienes promueven las nuevas agendas son incapaces de afrontarlas, principalmente debido a su avanzada edad y a su falta de comprensión sobre nuevas problemáticas. La falta de progreso en temas que preocupan a los jóvenes, como la violencia armada y el cambio climático, han alimentado “un ciclo de cinismo” y desconexión.
Además, la sociedad juega un rol importante en cada toma de decisiones. En el ejemplo argentino, son muchos los sectores sociales que prefieren elegir a un “viejo conocido” que a un “nuevo por conocer”, principalmente ligado a años de malas gestiones que provocan inseguridad y temor sobre lo nuevo.
Si bien últimamente se aprobaron nuevas medidas para incentivar la participación de jovenes en la política, como el voto a partir de los 16 años, estas no obtuvieron el resultado esperado. Falta de preparación, desinformación, malas prácticas y desinterés, son los condimentos de una gran masa de jovenes argentinos que deben votar en las siguientes elecciones pero no encuentran motivaciones, partidos que los movilicen realmente, ni esperanzas de obtener un cambio en sus realidades.